Jordi murió acuchillado en Sueca, Valencia, el domingo pasado, a manos de un hombre (no le llamaremos “padre” por respeto a lo que significa la palabra y al resto de padres que sí ejercen y aman a sus hijos e hijas) que tenía su custodia compartida a pesar de la condena por malos tratos que pesaba sobre él.
Después de los muertos y muertas por Violencia Vicaria, siempre después y siempre tarde, se habla de revisar protocolos y entender qué puede estar fallando para que no se proteja a las víctimas de manera efectiva.
Se necesita comenzar por el principio, plantear una base de conocimiento sólida e inolvidable.
Dice Sonia Vaccaro, psicóloga clínica y forense, la experta que acuñó el término ”Violencia Vicaria”, que el bien máximo a proteger, como ideología extendida dentro del Derecho de Familia, es la figura del Padre por encima de los y las menores, lo que deja claras las desigualdades en los roles asignados, situando en una jerarquía claramente inferior a las mujeres.
«Acuñé el término hace años (…) El mismo asesino, que supuestamente es el progenitor, le dice a la madre «te voy a dar donde más te duele» y ahí vi que aparecía un nuevo tipo de violencia y que tenía que ver con la imposibilidad de maltratar diariamente a la madre», explica Vaccaro. «Estos individuos comienzan mucho antes, primero van diciendo «te quitaré a los niños», reconociendo que los niños y las niñas son algo importante y luego cosificándolos», señala. «Todos estos asesinos han avisado antes y han avisado a la mujer, lo hemos comprobado en los últimos años», sentencia.
El 2021 se cerró como uno de los años récord en Violencia Vicaria, siendo 47 los y las menores asesinadas desde 2013.
Según los datos extraídos del Centro de Documentación Judicial del Consejo General del Poder Judicial (CENDOJ), en ninguno de los casos analizados había una orden de protección hacia los-as respectivos-as hijos-as, que suelen ser menores de cinco años (64%).
No nos creemos el Síndrome de Alineación Parental (SAP)[1], y tenemos especial convicción de que estos asesinatos pueden prevenirse. Se pueden extremar las actuaciones para que no sucedan y sí, la legislación se debe aplicar de forma tajante.
La Violencia, cómo todo en la vida, se transforma, busca “perfeccionarse” en crueldad, traza estrategias. Ya no parece suficiente la violencia machista directamente contra la mujer, esa que hemos padecido desde el principio de los tiempos, y que se ha venido relegando al ámbito privado e íntimo del entorno familiar o de pareja, cómo si no fuera una tragedia marcada por la herencia cultural, el patriarcado y la falta de educación social.
Porque cerrar la puerta, mirar hacia otro lado, no acompañar, declarar que esto “se veía venir” es permitir.
El silencio es permitir.
La falta de prioridad, de recursos, de una Ley Estatal de Violencia de Género que trascienda el papel y resulte preventiva, garante de protección, es permitir.
No denunciar, escuchar desde algunos poderes políticos que la Violencia Vicaria no es Violencia machista, no salir a la calle todas y cada una de las veces que se asesina a una mujer quitándole la vida a sus hijos e hijas, sin que ello abra los informativos y sea noticia (no residual, sino de portada) en todos los periódicos, es permitir.
Explicar con errores, grietas del sistema o fallos judiciales, el asesinato de un-a menor es minimizarlo, dejar que pase el tiempo y sigamos siendo los-as mismos-as, cuando la sociedad entera no puede salir indemne, ni pasar página…
No nos lo podemos permitir.
[1] Recomendamos el artículo “El SAP son los padres”, de Píkara Magazine: https://www.pikaramagazine.com/2019/09/el-sap-son-los-padres/
8 de Abril de 2022
Junta de Gobierno del CEES-ARAGÓN
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